Resumen de una vida: Maya Chávez, precursora de la Bioquímica en Cuba

Ileana Martínez Cabrera, PhD, MC

Doctora en Ciencias Médicas Básicas (España). Máster en Ensayos Clínicos (España). Doctora en Ciencias Farmacéuticas (Cuba). Máster en Bioquímica (Cuba). Contratada Clínica Juaneda. Palma de Mallorca, España.


El surgimiento de la bioquímica en Cuba se inicia en los años 60. Su desarrollo fue vertiginoso de la mano de profesionales químicos, farmacéuticos, biólogos, médicos, microbiólogos, entre otros. Entre las personas que contribuyeron a este desarrollo, se destaca la Profesora Emérita, Académica Titular y Científica Honorífica de la República de Cuba, María de los Ángeles Chávez Planes, conocida entre sus alumnos y colegas por Maya.

Su connotación como formadora de generaciones de educadores y científicos cubanos se ha extendido más allá de la disciplina de Bioquímica y de las fronteras geográficas cubanas.

Antecedentes de su sabiduría

Desde mi punto de vista, uno de los grandes méritos de la profesora Maya es no haber limitado su saber y aplicación al campo de la Química-Física; que fueron sus orígenes. Desde un inicio, se vinculó a profesionales farmacéuticos como el Dr. en Ciencias Joaquín Díaz-Brito (Dr. en Farmacia y Dr. en Ciencias Biológicas, Universidad de La Habana), con el que formó una combinación perfectamente coordinada del conocimiento teórico- práctico y formó parte del grupo de químicos que concibieron la carrera de Bioquímica, como: Olimpia Carrillo Farnés, Zenén Vidaud Candebat, Claudina Zaldívar Muñoz; y biólogos como: Georgina Espinosa López y María Eugenia Alonso Biosca, entre otros.

Su formación inicial en la década del 60, devino en su especialización en el campo de la catálisis enzimática en la antigua Unión Soviética, en una de las universidades más prestigiosas en ese momento (Universidad Estatal Lomonósov, de Moscú), para la formación de los químicos al estilo de la escuela de Antoine Lavoisier y Mijaíl Lomonosov. Uno de sus aportes fue la adaptación de esta concepción al ambiente educativo cubano, en el que las carreras médicas y farmacéuticas se consideraban las de mayor significación en el campo de la salud.

Comencé a interactuar con Maya en el año 1982, durante mi inserción como estudiante de prácticas de laboratorio del segundo año de la carrera de Bioquímica (la cual se dividía a partir del tercer año en Bioquímica, Microbiología y Fisiología Vegetal). En ese momento, ya tenía decidido decantarme por la primera; pero fue en ese mes de prácticas que aspiré a dedicarme al estudio de la estructura molecular. La profesora Maya me sentó un día y me sugirió mejorar mi dicción. Que un docente debía tener una correcta dicción sin llegar a ser literato, que las manos eran el mejor vehículo para transmitir un mensaje educativo, hacerlo con suavidad y que por sí solas hablasen. Maya moldeó mi carácter introvertido para que exteriorizara mi conocimiento, con seguridad. Nunca la copié; más bien seguí sus consejos con mi sello.

Fuera del horario de docencia directa (conferencias, seminarios, clases prácticas y laboratorio) se sentaba plácidamente a leer su amplia colección de Handbooks, “papers” y cuantas referencias caían en sus manos; en una época en que ni existía Internet, ni siquiera bases de datos informatizadas. Escribíamos directamente a los autores a través de modelos de solicitud que nos proporcionaba el Centro Nacional Investigaciones Científicas de Cuba (CNIC); a través de sus colaboradores. Estos colaboradores nos permitían acceder a la biblioteca ampliamente provista de colecciones de “journals”, “abstracts” y acceder a sus laboratorios, donde nos permitían hacer focalizaciones isoeléctricas, electroforesis con un alto grado de complejidad; entre otros métodos disponibles en ese centro que constituían un referente de la ciencia cubana.

A los estudiantes vinculados a la investigación, a través de prácticas de producción, nos estimulaba con su ejemplo, a asistir a su área en horarios extracurriculares. Era tal la pasión inducida por Maya que podíamos permanecer hasta las 24 horas, el horario de cierre de la biblioteca del Capitolio de La Habana (Academia de Ciencias de Cuba); buscando y seleccionando bibliografía, haciendo un resumen con escritura a mano para presentárselo al día siguiente, con su máxima atención.

Era muy fácil depender de ella. Era fácil aprender de ella. Era como el escultor con un cincel de diamante. El diamante producía el corte sobre la piedra, preciso, sin riesgos de grietas. Dos años antes de concluir la carrera, seleccionaba a alumnos ayudantes para impartir las prácticas de laboratorio de la asignatura “Proteínas y Enzimas”, a alumnos de nuestra misma edad o a estudiantes mayores de 25 años. Esta labor era un gran reto cuando se compartía con ella la misma práctica; pero lejos de inspirar temor por su férreo carácter y excelencia, inspiraba confianza en los conocimientos adquiridos, nos evaluaba constantemente y nos indicaba dónde debíamos fortalecernos para ser buenos docentes.

Como alumna ayudante, tuve la suerte de integrar el pequeño grupo de estudiantes seleccionados para ocupar plazas como docentes en la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana; que Maya me dirigiese el trabajo de tesis de Licenciatura y que más tarde; solicitase mi permanencia en su grupo de investigación. A Maya le debo ese primer premio a la mejor tesis de Licenciatura otorgado por la Sociedad de Ciencias Biológicas y la Academia de Ciencias en 1986; así como el premio al mejor trabajo a nivel nacional en la Jornada de Brigadas Técnicas Juveniles, donde se premiaba a los trabajos básicos con posibilidades de aplicación.

Posteriormente, la conocí más de cerca, ya no como profesora; sino como persona y compañera laboral, con sus defectos, virtudes; no como un mito, como la profesional consagrada a las ciencias, como promotora fundamental del Polo Científico de La Habana, como la profesora referente para el personal hospitalario y de universidades, centros de investigación veterinaria, para institutos de provincias, cubanos y latinoamericanos, españoles y rusos.

Personalidad de una profesora

Solía fumar en un espacio fuera del aula, ya fuese en los descansos entre turnos de clases o fuera del laboratorio. No era una forma de aliviar estrés porque nunca la vi estresada, a pesar de las numerosas responsabilidades que sostenía. Era una distinción en su personalidad: distinguida y sencilla, a la vez. Su temperamento era firme en la época en que fue mi profesora y mentora profesional. Todos la respetábamos, no porque fuese dictatorial; sino porque su ejemplo imponía respeto. Sus conferencias docentes eran un paseo glorioso por los conocimientos que impartía. La fórmulas de los mecanismos cinéticos de las enzimas (su especialidad) eran fácilmente aprendidos, no sobre la base de la memorización; sino a través de la lógica práctica del resultado de la acción de una molécula proteica con determinadas habilidades funcionales, llamada enzima.

No hay un egresado de la carrera de Bioquímica que no la recuerde como lo que es: un referente educativo. No mediaba en ella la influencia de la simpatía hacia un alumno para que esto influyese en su valoración académica. Esto que refiero, no aparece en ninguna referencia bibliográfica porque es fruto de escuchar, durante 34 años, la valoración de sus alumnos, compañeros de trabajo y profesionales de las ciencias biológicas, química y médicas.

De ella aprendí el rigor científico, a no mentir en los resultados; sino encontrar la posible explicación, aunque fuese contraria a la lógica de lo que se esperaba. Aprendí a fundamentar a partir de la experiencia científica anterior, nunca a elucubrar buscando una salida exitosa de una hipótesis previa. En la búsqueda de referencias y valoraciones que otros investigadores pudieran haber aportado en sus 53 años de labor profesional hasta la actualidad, sólo he podido encontrar una autovaloración realizada para una emisora de radio cubana y publicada la entrevista en: https://www.radiorebelde.cu/noticia/para-mi-docencia-es-lo-mas-importante-20140520/ ; pero no dudo que en otros medios de comunicación, en congresos y reconocimientos en sociedades académicas, se haya realizado una mención especial a la labor de esta gran investigadora científica.

Vida familiar y profesión

Compartía su vida personal y profesional como Profesora invitada permanente de la Universidad Autónoma de Barcelona, como autora o coautora de 8 patentes, más de 110 artículos científicos publicados, más de 100 comunicaciones cortas publicadas en revistas cubanas y extranjeras, 13 estructuras anotadas en bases de datos internacionales, así como 6 libros de texto; con su familia. Una familia cuyo soporte fundamental era su querido esposo Luis César Ramírez, sus dos hijos y su madre (una querida anciana que cuando asistíamos a su casa para cuestiones laborales, nos desbordaba de atenciones, en la etapa en que le conocí y compartí como estudiante y trabajadora). Maya mantenía una relación familiar muy estrecha; donde su esposo psicólogo dedicado a la Sociología jugaba un papel importante, incluso, en el entorno laboral. Ambos se caracterizaban por su cordialidad, altruismo, consagración al trabajo, solidaridad con los compañeros y cercanía.

Recuerdo que siendo estudiante de Licenciatura, Maya asistió a un congreso internacional europeo y al regreso, me obsequió una cadena con un medallón adornado con una flor típica del país. Su cercanía era impresionante, igual que era su respeto hacia la familia y compañeros de profesión. Fiel defensora de la igualdad de la mujer para ocupar puestos de dirección, a ser reconocida y respetada en tareas del hogar; a recibir el apoyo de su pareja o compañero en la vida, en quien descansaba para poder consagrarse a las ciencias, asistir a reuniones en centros de investigación hasta horarios avanzados en la noche, impartir clases en horarios nocturnos, asistir a congresos internacionales, e incluso; trabajar en centros extranjeros como profesora o investigadora invitada, con el afán de obtener resultados para su grupo de investigación.

Su hija continuó sus pasos como bioquímica.

Más que aportes: resultados

Cuando a partir del año 1986 se gestó el Polo Científico de La Habana integrado previamente por los centros de investigación: Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), Centro de Inmunoensayos (CIE), Centro de Inmunología Molecular (CIM), Centro de Investigación y Producción de Vacunas “Instituto Finlay” y el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC); la profesora Maya participó en la concepción de estos centros integradores, junto al profesor Díaz-Brito. Fue así que se gestó el “Grupo de Objetivos Priorizados”, vinculado al Polo Científico, de la que fue su directora durante 18 años; actual Centro de Estudio de Proteínas.

La propia dinámica del Polo Científico fue asumida por este Centro de Estudios, el cual mantuvo el ritmo intenso de la docencia desde las 7.30 h hasta las 23 h (con los cursos para trabajadores) y la investigación en temas básicos y aplicados, en coordinación con centros, como las empresas de investigaciones y producciones biológicas (EPB Carlos J. Finlay, Centro de Hemoderivados, Centro de Biopreparados y el CNIC). Maya fue un elemento indispensable para garantizar el mejoramiento de las condiciones de las áreas de investigación en la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana, la alimentación, la capacitación constante del personal de este grupo; a través de proyectos internacionales, becas y asistencia a congresos de manera gratuita. Su control curricular de todo el personal era constante, la superación en los idiomas y su preocupación por los que no contábamos con medios de transporte para llegar a altas horas de la noche, a casa.

De su mano, fueron diseñadas más de 20 tecnologías para el aislamiento, purificación e inmovilización de diferentes nuevas proteínas y se estudiaron sus características de estructura – función; tales como los inhibidores de proteasas con aplicaciones potenciales en Biotecnología y Biomedicina, enzimas para el diagnóstico, proteasas con aplicaciones industriales y toxinas, entre las más importantes. Impartió conferencias en más de 100 eventos científicos nacionales e internacionales en Cuba y en otros países. Fue asesora en varias universidades, institutos de investigación en Cuba y otros países latinoamericanos: Ecuador, México, Brasil, Venezuela y Argentina. Como docente, impartió cursos de postgrado, conferencias y seminarios científicos en: Alemania, España, Italia, Rusia, Venezuela, México, Ecuador, Argentina, Brasil, Reino Unido y Eslovenia [1]. 

Su amplia trayectoria fue premiada con 57 distinciones de la Universidad de La Habana y 9 de la Academia de Ciencias de Cuba; recibiendo condecoraciones  nacionales, como: 4 distinciones del Ministro del Ministerio de Educación Superior de Cuba, Distinción del Rector, 3 medallas y 4 órdenes nacionales otorgadas por el Consejo de Estado de Cuba, por la Educación Superior ‘’Frank País’’; así como las máximas condecoraciones a los científicos cubanos con la Orden Nacional “Carlos J. Finlay” por la investigación científica, la Orden Nacional de primer grado ‘’Lázaro Peña y la medalla 280 aniversario y distinción por el conjunto de su obra científica, premio de la Asociación de Pedagogos de Cuba (“Maestros inolvidables del siglo 20) [1].  

Su ejemplo

Hasta hace poco, nuestra querida profesora se mantuvo completamente activa. Su ejemplo ha trascendido y se mantiene vivo en los que la conocimos, en los que no fueron sus alumnos porque estudiaron la carrera más tarde como trabajadores; pero el vínculo con la querida Facultad se mantuvo a través de la colaboración y aporte de materiales que facilitaban el trabajo esforzado de los investigadores docentes y conocieron de cerca a Maya. Con respecto a esto, dos investigadores fundadores del Instituto de Investigación y Producción de Vacunas de uso humano “Instituto Finlay”, como Lázaro Joo y Pablo González me comentaban:

… “Maya fue y es un referente como científica, brillante, colaboradora con nuestros centros, sin exigir autoría, sencillamente: colaboradora…”. De la misma forma que otros alumnos como Yolanda María Jorge Besteiro (integrante de las primeras graduaciones que trabajaron en el CIGB) la considera como: “… un ejemplo de profesional y buena profesora, estaba fuera de Liga, como decimos los cubanos. Consiguió hacer en su laboratorio lo que muy pocos lograron hacer…”

Este artículo en el que me gustaría dejar constancia de nuestra admiración hacia Maya, fue total idea de uno de los grandes de la Bioquímica española, alumno del Dr. Alberto Sols: el Dr. Carlos Gancedo Rodríguez [2], con los que la profesora Maya compartió durante su estancia en el Laboratorio del Dr. Juan José Aragón de la misma institución, en la década del 80.

Referencias

[1]Dra Maday Alonso del Rivero Antigua. Datos curriculares aportados. Decana de la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana, Doctora en Ciencias e Investigadora Titular.

[2] Dr. Carlos Gancedo Rodríguez. Doctor ad Honorem. Instituto de Investigaciones Biomédicas “Alberto Sols” CSIC- Universidad Autónoma de Madrid, España


5 comentarios sobre “Resumen de una vida: Maya Chávez, precursora de la Bioquímica en Cuba

  1. Gracias Ileana por este reportaje tan bonito. Yo también tuve la dicha de conocer a Maya, y de también recibir su apoyo y su impulso para aprender, gracias a ella, Joaquín y julieta sentí que fui bienvenida en el CEP.

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  2. Maya siempre ha estado en la cima de los mejores profesores que he tenido a lo lago de mis 30 años de bioquímico. Sus clases de enzimologia eran un privilegio para quienes tuvimos la suerte de tenerla de profesora.

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  3. Querida profesora siempre agradecí tus clases y la suerte de haberte conocido. En homenaje póstumo para ti y tu amado esposo y familia, digo una vez más: Fuiste un referente para todos tus alumnos y compañeros de profesión. Un abrazo eterno a esa estrella que eres en el cielo.

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